Una de las hipótesis centrales de este blog, es que la comida va mucho más allá de los platillos que comemos. La comida existe en un marco de referencia, en un espacio y un tiempo. Si logramos experimentar la comida en todas estas dimensiones, sólo entonces podremos entender y plenamente disfrutar, lo que el cocinero, la región y la historia nos ofrece. Esta hipótesis, pocas veces ha sido mejor demostrada que con el Caldo Michi de San Juan de Dios. Un platillo desconocido y poco entendido de la gastronomía tapatía.
Esta entrada es parte de la serie Tortas Ahogadas y en lo particular, es una actualización sobre el post de Clements .
Hace ya 7 años que escribí sobre Clements. Este blog estaba apenas tomando forma y hacer una nota sobre estas icónicas tortas ahogadas, era necesario. En aquel entonces Clements era unas exquisitas tortas en un local algo olvidado, y dado que eran de mis tortas favoritas, traté de hacer un análisis lo más objetivo posible. Hoy, luego de regresar varias veces, tengo nuevos comentarios que hacer al respecto. Hoy más convencido que nunca.
Corría la década de los 80s, Reagan era presidente de EEUU, Apple introducía la Macintosh y la música de Michael Jackson sonaba en grandes grabadoras, o pequeños Walkmans. El mundo se preparaba para la última década del siglo y un joven recorría los diferentes barrios de su nativo Los Angeles, alimentando su afición a la comida tradicional de diferentes culturas.
Creo que en México, el algodón de azúcar no necesita introducción. Una golosinas que nos llena los sentidos…. lo ves y empalaga la vista, sus colores vivos, su suavidad reflejada en el paso de la luz entre los finos hilos de azúcar, recordándonos a las nubes que soñamos en capturar con nuestras manos. Su olor que invade las ferias y las afueras de los templos los domingos, azúcar quemada… azúcar caliente que vuela por el viento y que todo niño es capaz de recordar y reconocer. La sensación al tomarlo entre los dedos y al acercarlo a la cara con la esperanza de ponerlo en nuestra boca….tal como una nube es imposible de tomar. Se comprime al tacto y con el calor de nuestros dedos para regresar a su estado más natural de azúcar. Su consistencia de algodón nos llena antes de probarlo siquiera…. Finalmente su sabor, azúcar puro. El dulce perfecto.
El algodón de azúcar es mágico por su elaboración más que por su consumo. Al probarlo, recibimos un golpe de azúcar que se va directo a nuestra sangre, pero el sentimiento de verlo de tenerlo y de saborearlo es lo que lo hace único. Sin más ni menos.