Desde que comencé el blog, he escrito sobre muchos platillos y por lo menos en México, hay un tema que surge de manera recurrente. El uso del Limón.  La manía de echarle limón a todo es algo que solamente he visto en México. No se si tenga que ver con que tenemos deliciosos limones nacionales, pero mucha gente le echa limón a la cerveza, a la carne asada a los caldos y hasta a los frijoles.

El limón me encanta, en agua, como parte de un postre, acompañando bebidas, o ayudando al sazón de un plato, pero creo que tenemos que poner reglas claras.

El limón tiene propiedades únicas para cortar la grasa y aligerar algunos platillos. Su sabor, por otro lado es muy fuerte, lo que ocasiona que, si abusamos del limón, nuestro platillo no sepa a otra cosa. Creo que a mucha gente, esto es lo que les gusta, que todo sepa a limón, pero entendamos que eso mata la esencia de lo que estemos comiendo.

Esta idea la respalda con palabras sabias el Sr. Chololo, de las famosas birrierías, cuando me contestó la pregunta:

¿Se le pone limón a la birria?

«Sí»  -me dijo- «Sí le puedes poner limón. Va a matar el sabor de la birria, pero si le puedes poner.»

Así que, ocasionalmente haré referencia este artículo, cuando hable si considero que pongamos o no limón a un platillo. Mientras tanto, recuerden que el limón debe únicamente que agregar al platillo y no substraer. Complementar un sabor no es igual a destruirlo.

… dicho está !